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Mostrando entradas de 2008

Lo que más amo, lastimo/ Enriqueta Ochoa

Dejo caer el látigo duro de mi voz y lo que más amo, lastimo. Dejo caer la ola súbita de mi ira en cada palpitación y lo que más amo, lastimo. Dejo caer mi dignidad herida, como bolsa de hiel que se revienta y lo que más amo, lastimo. Saco la frazada de mi amor -a mordiscos, a puntapiés despedazada- y te quiero cubrir, se te clavan sus puntas de hielo desdentado, aúllas de dolor y yo te amo, te quiero cubrir, ponerte a salvo de los colmillos negros de la vida. *Tomado también, de Canción de Moisés.

Elegía / Enriqueta Ochoa

I S upe que me esperaban las cadenas para encarcelarme en la estancia del silencio, la honda huella del frío que tiene la soledad, los túneles y túneles del miedo, el empuñar mi nombre sin bandera, la espera, el trabajo, la paciencia, el tálamo vacío, el costado herido de nostalgia. Porque el amor es duro, es tierno y duro. Sin embargo, hombre de todos mis días desde siempre, te amé, te he amado sin tenerte jamás, siempre en silencio. II Yo fui, quizá, la espuma de mirada limpia que nunca abandonó tu costa. Tenía la distancia un color de tristeza. Fui la ternura joven para quien nunca envejeció tu imagen; de ti me hablaban el sol, la lluvia, las praderas corriendo en el camino en dirección contraria al ómnibus que me volvía a casa. Siempre esperaba verte al dar vuelta a una esquina, en un café, al azar, y estabas tan cerca de mi mano, acá, en el yo más íntimo del ser. III Te están llorando los tuyos, los de tu sangre; te llora el entrañable amigo y este dolor en mí que no descansa. Ac

REPROCHE */ Enriqueta Ochoa

Desarráigame ahora que un viento de sepulcros me golpea en las arterias. Desarráigame ahora. Yo luche a tempestad de gritos en el vientre, y te dije que no, que no, que no; que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo, que no abrieras conmigo más rutas a la sangre, mas mi voz fue enterrada por campanas de duelo y espigada mi forma entre la piel y el suelo. Tempestades de fuego conformaron mis venas, leches trémulas de luna nutrieron mi epidermis y un volante de furias fue timón de mi pecho. Y yo siempre te dije que no, que no, que no; que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo, y no hincaras más soles en el río de mis venas. *Poema seleccionado en 1959, por Simón Latino en la Antología de la poesía sexual, de Rubén Darío a hoy, célebre colección bonaerence de poesía universal “Cuadernillos de Poesía”

Carta a Jesús Arellano / Enriqueta Ochoa

Desde hace años, Jesús, el corazón me rebota loco entre las sienes y ando por los rincones escondiendo al sollozo. Estreno una sonrisa cada mañana y pido limosna en todas las esquinas, porque ¿quién va a prestarme su vida, su amor, o su Dios? Tengo que comprármelos yo misma, y no me alcanza. Y todo esto que escondo y espero y que no llega, es la razón que me desangra dentro. A veces ocurre que de tan hambrientos inventamos el sueño, la esperanza... y mortalmente heridos, agonizamos por todos los hijos que se nos quedaron dentro, y por las palabras desquebrajadas, presas entre los molares apretados del miedo; las que luchan por sobrevivir y a veces se nos caen de la boca como un aborto ciego y doloroso. Algo se rompe acá dentro y pienso, me estoy vaciando viva. Todos los adioses se agolpan y me miran a mitad de la noche. Tomo mi cobija de silencio, entonces, y camino arrastrándola por los pasillos de la locura y no me muero, Jesús, y me siento a la orilla, pidiendo se me ayude a balance

Bajo el oro pequeño de los trigos / Enriqueta Ochoa (1928-2008) *

Si me voy este otoño entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos, en el campo, para seguir cantando a la interperie. No amortajes mi cuerpo. No me escondas en tumbas de granito. Mi alma ha sido un golpe de tempestad, un grito abierto en canal, un magnífico semental que embarazó a la palabra con los ecos de dios, y no quiero rondar, tiritando, mi futuro hogar, mientras la nieve acumula con ademán piadoso sus copos a mis pies. Yo quiero que la boca del agua me exorcise el espíritu, que me bautice el viento, que me envuelva en su sábana cálida la tierra si me voy este otoño. *Enriqueta Ochoa Nació en Torreón, Coahuila, el 2 de mayo de 1928. Profesora normalista. Desde muy joven se dedicó a la poesía y su primer libro, Las urgencias de un Dios (1950) la convirtió, desde entonces, en una poeta con estilo definido y firme. Ha ejercido el periodismo y la docencia en diversas universidades nacionales e internacionales. Ha formado a gran cantidad de escritores y poetas. Entre sus obras destaca

El otoño recorre las islas / José Carlos Becerra

A veces tu ausencia forma parte de mi mirada, mis manos contienen la lejanía de las tuyas y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti. A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías, a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos, mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la noche. A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que una mancha de aceite en el agua, y es la hora de encender ciertas luces y caminar por la casa evitando el estallido de ciertos rincones. En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas, en tu pecho hubo tardes que al final del verano todavía miré encenderse. Y éstas son aún mis reuniones contigo, el deshielo que en la noche deshace tu máscara y la pierde.

El matamoscas de lesbia/ Adriana Tafoya

Regreso agitada y burbujeante presionando con los dedos el cuello del cristal que envuelve al vino Regreso redonda y satisfecha frondosa y perfumada con las carnes tambaleantes y envinados mis sabrosos frutos él dijo: me molesta tu perfil de gesto seguro y suficiente sólo eres una mosca gorda mosca negra peluchuda e inflamada de siniestros pelos Ruedo por la inmensa cama Me desprendo de una tela entallada y descosida le confirmo que soy negra y sucia negra de carne dulce carbón de azúcar mosca exótica con vientre acústico forrado de terciopelo una cajita pequeña de resonancias Confirmo que soy negra y deliciosamente gorda y que en alguna parte olvidé las pantaletas él dijo: me enoja cuando bebes arrogante elevas el meñique de tu mano eres perra añeja que provoca carnívoros deseos dan ganas de hacerte tierra y cocer un jarrón de tu barro Sonrío me acomodo y le reitero que soy negra y mala negra de labios gruesos, que la forma de la hembra madura se impone y concentra la elegancia de lo

Este cuaderno pesa / Efraín Bartolomé*

Este cuaderno pesa Es pura luz Es pura sombra: es mi sangre total cargada de sentido. Escribo este desorden "Cuadernos contra el ángel" 1987 *Poeta mexicano nacido en Ocosingo, Chiapas en 1950. Estudió psicología e inició su trayectoria literaria en 1982 con la publicación de «Ojo de jaguar». Posteriormente publicó «Ciudad bajo el relámpago» en 1983, «Música solar» en 1984, «Cuadernos contra el ángel» en 1987, «Mínima animalia» en 1991, «Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos» en 1991, «Cirio para Roberto» en 1993, la edición trilingüe de «Ala del sur» en 1993 y «Partes un verso a la mitad y sangra» en 1997. Gracias a su gran vitalidad poética y a su labor creativa, ha recibido importantes premios literarios entre los que se cuentan el Premio Nacional de Poesía Aguscalientes en 1984, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 1993 y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en 1996

EL ABRAZO / José Lezama Lima*

Los dos cuerpos avanzan, después de romper el espejo intermedio, cada cuerpo reproduce el que está enfrente, comenzando a sudar como los espejos. Saben que hay un momento en que los pellizcará una sombra algo como el rocío, indetenible como el humo. La respiración desconocida de lo otro, del cielo que se inclina y parpadea, se rompe muy despacio esa cáscara de huevo. La mano puesta en el hombro de la mujer. Nace en ellos otro temblor, el invisible, el intocable, el que está ahí, grande como la casa, que es otro cuerpo que contiene y luego se precipita en un río invisible, intocable. Las piernas tiemblan, afanosas de llegar a la tierra descifrada, están ahora en el cuerpo sellado. Comienza apoyándose enteramente, un cuerpo oscuro que penetra en la otra luz que se va volviendo oscura y que es ella ahora la que comienza a penetrar. Lo oscuro húmedo que desciende en nuestro cuerpo. Tiemblan como la llama rodeada de un oscilante cuerpo oscuro. La penetración en lo oscuro, pero el punto de a

Declaración de amor / Efraín Huerta*

Ciudad que llevas dentro mi corazón, mi pena, la desgracia verdosa de los hombres del alba, mil voces descompuestas por el frío y el hambre. Ciudad que lloras, mía, maternal, dolorosa, bella como camelia y triste como lágrima, mírame con tus ojos de tezontle y granito, caminar por tus calles como sombra o neblina. Soy el llanto invisible de millares de hombres. Soy la ronca miseria, la gris melancolía, el fastidio hecho carne. Yo soy mi corazón desamparado y negro. Ciudad, invernadero, gruta despedazada. Bajo tu sombra, el viento del invierno es una lluvia triste, y los hombres, amor, son cuerpos gemidores, olas quebrándose a los pies de las mujeres en un largo momento de abandono -como nardos pudriéndose. Es la hora del sueño, de los labios resecos, de los cabellos lacios y el vivir sin remedio. Pero si el viento norte una mañana, una mañana larga, una selva, me entregara el corazón desecho del alba verdadera, ¿imaginas, ciudad, el dolor de las manos y el grito brusco, inmenso, de una

A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD / Alejandra Pizarnik *

Ese instante que no se olvida Tan vacío devuelto por las sombras Tan vacío rechazado por los relojes Ese pobre instante adoptado por mi ternura Desnudo desnudo de sangre de alas Sin ojos para recordar angustias de antaño Sin labios para recoger el zumo de las violencias perdidas en el canto de los helados campanarios. Ampáralo niña ciega de alma Ponle tus cabellos escarchados por el fuego Abrázalo pequeña estatua de terror. Señálale el mundo convulsionado a tus pies A tus pies donde mueren las golondrinas Tiritantes de pavor frente al futuro Dile que los suspiros del mar Humedecen las únicas palabras Por las que vale vivir. Pero ese instante sudoroso de nada Acurrucado en la cueva del destino Sin manos para decir nunca Sin manos para regalar mariposas A los niños muertos *Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1936. Obtuvo su título en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires y posteriormente viajó a Paris hasta 1964 donde estudió Literatura Francesa en La Sorbona y tra

Mujer ebria de luz / Daniela Camacho *

Cuando digo «nací herida de muerte y fui obligada a vivir» no hablo de los muros construidos en mi cuerpo ni de las hermosas cicatrices que ornamentan la tristeza. Hablo del silencio, de mi sexo niño violentado por el fuego, del ardor en las cenizas de este vientre desollado. Y si digo que en la boca llevo el resabio de la sangre y la caléndula, que mis huesos tiemblan de dolor y no de frío, que las letras de mi nombre están vacías… Si digo que de noche, enceguecida por la luz del mundo, repto en la viscosa lengua de la soledad más mía, respirando el polvo de unas manos muertas y olvidadas, si lo digo… Si dijera que mis pechos lactan una miel amarga y amarilla, que en los ojos ya no tengo lágrimas ni sueños y que dios se fue quedando sordo… Si mi boca se atreviera a pronunciar estas palabras, si la turba de fantasmas en mi lecho se extinguiera, sólo así, mujer ebria de luz y de saliva, desataría los pájaros noctámbulos que anidan y se anudan en mi cuerpo, para escuchar el dulce sistola

Plegarias para insomnes / Daniela Camacho *

I. La lengua de la insomne se diluye en polvo nubecino, en espumecida grieta de la noche. Su voz atormentada verba cicatrices y sollozos, es violenta podredumbre que desnuda al ciego, al vagabundo, al más triste. Turbias las pupilas de la insomne, dilatadas. No sabe mirar con ojos tumefactos, no sabe llorar ni mudecer, y ha olvidado que está sola, terriblemente sola. Lleva el vientre dolorido y macerado, los pezones ebrios, la cadera enmoheciéndole los pasos y sus huellas: Va la insomne acariciando su locura, va la insomne a relamer sus llagas nochecidas: así arrastra sus visiones y quimeras: migrando hacia su tumba. II. Vamos a migar el pan de la tristumbre. Con ojos desdentados miraremos yertos mares, con pútridas axilas beberemos sangre sin semillas; así vendrá a nosotros aquel pájaro —inhalado semen pubescente— a preñarnos de silencios, a sembrarnos sus gemidos en la boca, a lamernos el muñón oscuro del insomnio. Habrá nada que decir cuando el sexo entumecido se deshoje y humedezc

7 / Yunuen Esmeralda

7* Yunuen Esmeralda / José Falconi Sabemos que sabemos y callamos Dejamos que su aliento se fatigue Que se vaya perdiendo en sus alas de sombra Lo miramos tras sus ondas diluirse Al suicicio del amor te acompaño Nacido de tu voz camino a la soledad En tu casa hay una risa que siempre se escucha tras tu risa En mi palabra una voz llena de voces La vida se nos va siempre En un pequeño paraíso Que termina con la palabra amor destruida Es una libertad tan vagabunda que sólo de su olor emana el miedo ¿Y qué si no llevamos una cuerda? ¿Si decidimos flotar en la hermosura? ¿Si la fugacidad nos deja más desnudos? La soledad a medias, medio duele Pero el amor completo nos destroza Preferimos que el tiempo lo deprima Nos hacemos humano-deficientes Le damos nombre de otras cosas Máscara de colores o Delgadez del pensamieto Llovizna de tus manos o Tiempo que arde Frágil arcángel o Hipnosis ancestral Piedra que canta Lluvia que reposa en la alegría Principio del desorden o Fuego herlado A cam

EL SEXO EN SIETE LECCIONES / Eduardo Lizalde

1. Gozo y tortura que el Tártaro y el Cielo -uña de carne- desempeñan. Al sexo y su desorden milagroso, a su perfecto matrimonio; , de beso y abrelatas, sucumbimos. A la gloria del sexo, a su desenfrenado latrocinio, su avaricia impecable, alto, cedemos. * * * 2. Y por estar a flote, por ser la superficie de la espuma en la piel, por ser lo más visible y general, por ser el más común lugar del paraíso visitado, el sexo, lo evidente, lo que a todos iguala, lo esencial-sabia era Eva, ingenuo Segismundo-, por ser el sexo algo tan real, lo único real acaso, sólo se existe y vive a su merced. No es reducible el sexo a números ni a ciencia, no es cosa comprensible, no es natural ni humano y la divinidad lo desconoce. Lo real no está sujeto a inquisición. * * * 3. El tiempo escaso por costumbre y, por la costumbre, frágil, no basta para el amor y es demasiado para el sexo. Pero si en sexo se midiera el tiempo si el sexo -el gozo, mejor dicho- fuera una unidad de tiempo, sería la más pequeña q

A TU PUERTA LLAMÉ, NO ESTABAS... / Rubén Bonifaz Nuño

A tu puerta llamé. No estabas. Aspas de viaje te arrancaron. ¿Quién volverá cuando regreses? Viento sin recuerdos, en la noche se envuelve de inútiles presagios. Dicen que la vida prosigue. Entre nieves remotas, luces que desconozco, abro los brazos -lazarillos a ciegas-; busco. Desde aquí, junto a la oreja sorda amo en secreto, y enmudezco. Dicen que la vida no perdona. A tu puerta llego, y sin mirarte, maravillado te contemplo. ¿Regresaste, vives, te escondiste? Frente a tu casa silenciosa -pienso que estás-, no llamo. Espero. Y pasa la vida, y se detiene.

Toda la tristeza /Saúl Ibargoyen

Qué habrá debajo del cemento del hierro corrompido del asfalto. Tal vez allí se acumulan las sombras de tristes mujeres de adolescentes con ojos febriles en los dedos de funcionarios recibiendo en un pergamino su epitafio de accionistas que depositan los besos en un banco de pedazos de papel clavados en el suelo por inseguros incontables pasos de fantoches que llevan la corbata como un nervio marchito saliendo de l piel. Todo lo triste todo lo enfermo todo lo que oprime y limita los sueños. Hasta la brillante ascensión de los oscuros y el martillo incansable de los solos y los labios desteñidos que no fueron más allá de otra boca y las huellas de animales que tiende la noche por las calles y los libros en blanco y los discursos graves y las grandes heridas que jamás equivocan su lugar en el cuerpo. Y aun las flores de destinos diferentes y los cielos innumerables desplomando sus aguas abiertas y los bancos que asustan a los peces pequeños y la actitud displicente indicando que alguien

WALKING AROUND/ Pablo Neruda

SUCEDE que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro navegando en un agua de origen y ceniza. El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos. Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre. Sin embargo sería delicioso asustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a una monja con un golpe de oreja. Sería bello ir por las calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frío. No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día. No quiero para mí tantas desgracias. No quiero continuar de raíz y de tumba, de subterráneo solo, de bodega con muertos ateridos, muriéndome de p
Epistola / de la sección Adherencias, del poemario En señal del cuerpo , de Félix Suárez Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 1997 Arroja tus mensajes por los quicios de mi puerta. Escríbeme que aún vives. Que me amas. O que me amaste un día y hoy no soy sino tu ropa sucia, tu zapatilla escasa. Escríbeme, por Dios. Yo guardaré en un libro cada línea de tu mano, para que en otros días, si a caso las reencuentro por ahí, me alumbren al mirarlas todavía.

PARA LOS QUE LLEGAN A LAS FIESTAS / Rubén Bonifaz Nuño

Para los que llegan a las fiestas ávidos de tiernas compañías, y encuentran parejas impenetrables y hermosas muchachas solas que dan miedo -pues no uno sabe bailar, y es triste-: los que se arrinconan con un vaso de aguardiente oscuro y melancólico, y odian hasta el fondo su miseria, la envidia que sienten, los deseos: para los que saben con amargura que de la mujer que quieran les queda nada más que un clavo fijo en la espalda y algo tenue y acre, como el aroma que guarda el revés de un guante olvidado; para los que fueron invitados una vez; aquellos que se pusieron el menos gastado de sus dos trajes y fueron puntuales; y en una puerta, ya mucho después de entrados todos, supieron que no se cumpliría la cita y volvieron despreciándose; para los que miran desde afuera, de noche, las casas iluminadas, y a veces quisieran estar adentro: compartir con alguien mesa y cobijas o vivir con hijos dichosos; y luego comprenden que es necesario hacer otras cosas, y que vale mucho más sufrir que s

GRAVITACIÓN / JUAN JOSÉ ARREOLA

Los abismos atraen. Yo vivo a la orilla de tu alma. Inclinado hacia ti, sondeo tus pensamientos, indago el germen de tus actos. Vagos deseos se remueven en el fondo, confusos y ondilantes en su lecho de reptiles. ¿De qué se nutre mi contemplación voraz? Veo el abismo y tú yaces en lo profundo de ti misma. Ninguna revelación. Nada que se parezca al brusco despertar de la conciencia. Nada sino el ojo que me devuelve implacable mi descubierta mirada. Narciso repulsivo, me contemplo el alma en el fondo de un pozo. A veces el vértigo desvía los ojos de ti. Pero siempre vuelvo a escrutar en la sima. Otros, felices, miran un momento tu alma y se van. Yo sigo a la orilla, ensimismado, Muchos seres se despeñan a lo lejos. Sus restos yacen borrosos, disueltos en la satisfacción, Atraído por el abismo, vivo la melancólica certeza de que no voy a caer nunca.

DELIRIO EL QUE CALCINA / ÓSCAR WONG

De pasión te estremeces moribunda. EFRÉN REBOLLEDO Rumor de sol. Límpidos surcos en la fronda, cascada ardiente sobre los párpados del día. Mientras te espero la soledad asoma, pende la ansiedad como una rama. Cuando te aproximas mi corazón fulgura, estalla en la pupila. Delirio el que calcina eres. Bienvenida. 1 El mar -vastísima memoria sosegada- aflora entre tus manos. Cegada piel el mundo, historia de azucenas tu mirada. (Zumba la piedra en vuelo, astilla la retina). Pero alguien clama una canción, mariposa escapando de la flama. Y te busco tras la piel titubeante del otoño. 2 Azul, tonalidades de agua. Y rojos y amarillos. Del gris al bermellón tiembla la superficie del océano. Gaviota prodigiosa el sol, reverbera su chillido en la playa. Del color a la forma con un candor de espuma emerges lenta, inolvidablemente hermosa. De envidia la brisa se estremece. Tu cuerpo espiga luminosa. Destellos de verano, vastas alas pulsando primaveras tu cabello. Mediodía total. 3 M

Carta A Jesús Arellano / Enriqueta Ochoa

Desde hace años, Jesús, el corazón me rebota loco entre las sienes y ando por los rincones escondiendo al sollozo. Estreno una sonrisa cada mañana y pido limosna en todas las esquinas, porque ¿quién va a prestarme su vida, su amor, o su Dios? Tengo que comprármelos yo misma, y no me alcanza. Y todo esto que escondo y espero y que no llega, es la razón que me desangra dentro. A veces ocurre que de tan hambrientos inventamos el sueño, la esperanza… y mortalmente heridos, agonizamos por todos los hijos que se nos quedaron dentro, y por las palabras desquebrajadas, presas entre los molares apretados del miedo; las que luchan por sobrevivir y a veces se nos caen de la boca como un aborto ciego y doloroso. Algo se rompe acá dentro y pienso, me estoy vaciando viva. Todos los adioses se agolpan y me miran a mitad de la noche. Tomo mi cobija de silencio, entonces, y camino arrastrándola por los pasillos de la locura y no me muero, Jesús, y me siento a la orilla, pidiendo se me ayude a balancear

ALGO SOBRE LA MUERTE DEL MAYOR SABINES / JAIME SABINES

PRIMERA PARTE I Déjame reposar, aflojar los músculos del corazón y poner a dormitar el alma para poder hablar, para poder recordar estos días, los más largos del tiempo. Convalecemos de la angustia apenas y estamos débiles, asustadizos, despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño para verte en la noche y saber que respiras. Necesitamos despertar para estar más despiertos en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos. Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas, por eso es que este hachazo nos sacude. Nunca frente a tu muerte nos paramos a pensar en la muerte, ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría. No lo sabemos bien, pero de pronto llega un incesante aviso, una escapada espada de la boca de Dios que cae y cae y cae lentamente. Y he aquí que temblamos de miedo, que nos ahoga el llanto contenido, que nos aprieta la garganta el miedo. Nos echamos a andar y no paramos de andar jamás, después de medianoche, en ese pasillo del sanatorio silencioso donde ha

DOMINGO SIN RESURECCION/Teresa Irazaba

Caminé de un andador a otro haciendo nudos mis pasos sin haber aprendido del hospital sus sortilegios A los enfermos se les anestesiaba hasta la voz Para mi madre la plancha quirúrgica fue su último despertador con la esperanza de encontrarla en cualquier forma de vida amarré mis ojos después la abandoné en una funeraria demasiado grande para mis silencios y oré para que la muerte diera con ella una vuelta de triciclo.

Efraín Bartolomé

CARTAS DESDE BONAMPAK Para Balam, mi hijo 1 Llueve. Llueve desde hace días. Hoy desperté con una sensación de tibia soledad. Desde mi hamaca escucho el chasquido parejo de la lluvia. Días atrás los chicleros mataron un gran tigre: me dolió, pero me gustaría llevarme la piel para que en ella duermas. Ayer salí a caminar bajo la lluvia en ruinas: algún día estaremos paseando entre estos árboles, contemplando estas piedras. La lluvia hace sentir un aire tembloroso que llega hasta los huesos, y se va por segundos y regresa, más callado que antes todavía. Doy gracias a la lluvia. Gracias a la mañana que avanza con paso sigiloso. Gracias al jaguar que dejó su huella sobre la tierra blanda de la selva. Gracias a mi hamaca compañera, al cielo desatado, a mi memoria niña de siete meses que arranca desde tu primer día. 2 Viene la noche pariendo niebla Soplando lenguas de líquido dolor Viene la lluvia pasos de tigrillo Viene la noche tapir ciego Viene el hambre p

Enriqueta Ochoa

Uno está a la orilla del mar salándose los ojos. No hay otro modo de estar. Uno es el perro ciego ladrándole a la luna entre el garrote y la mofa. No hay otro modo de ser. Uno grita hasta reventarse el cuerpo, y no hay sosten posible, ni cielo para crecer, ni luz para beber, sólo este oscuro destino de isla sorda donde la sal relame los bordes de su orilla.

El primer canto de los ríos / Raúl Zurita

El primer canto de los ríos Es el amor ...se es el amor Ay ése es el amor... Ay ése es el amor que hemos llorado tanto ... se largan los ríos que se aman ... partiendo Cauce abajo ... arrojándose sobre las praderas que lloraban mirándose ... Nosotros somos las montañas que lloraron mirándose dicen los ríos que las llamaban ... arrastrándolas Borrascosos ... tras las largas praderas que los vientos subían ... Quiénes nos subieron el dolor de esas montañas se van diciendo las inmensas praderas del cielo ... Somos todos los pastos de este mundo les contestan largándose los ríos que se aman ... abiertos ... tirados ... rompiéndose

Los espacios del sueño/ Efraín Bartolomé

Los espacios del sueño Más no podrá mi lengua sus males referir ni comprenderlos, ni sin quedar sin mengua la mayor parte de los aqune se vuelvan lenguas mis Fray Luis de León Está ahí No habla Mira con una gris mirada de calcáreo silencio Duele Por aquí se entra Olfato anestesiado Tambaleante el paso De la cámara dura de la piedra brota una flor Una rosa de fuego escupe el hombre de la esquina La mañana se incendia 2 Los solos Los que apagan el miedo en las cantinas Los que no tienen sombra Los que mueren de frío en largas noches en que una loca se arranca los cabellos con un aullido colgando en cada mano 3 Y es que hay árboles tristes bordeando la calzada y hay un rencor amargo en la raíz del pecho Y es que una sola gota de ciudad haría amargo el mar 4 Devoradora La tensa piel de un cuerpo que lo convierte en polvo Cáscaras de naranja sobre el mundo se pudren Pero en la calle Arriba el crepúsculo fermenta La red de humo corona las cabezas La mañana: comezón expansi