Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2008

Lo que más amo, lastimo/ Enriqueta Ochoa

Dejo caer el látigo duro de mi voz y lo que más amo, lastimo. Dejo caer la ola súbita de mi ira en cada palpitación y lo que más amo, lastimo. Dejo caer mi dignidad herida, como bolsa de hiel que se revienta y lo que más amo, lastimo. Saco la frazada de mi amor -a mordiscos, a puntapiés despedazada- y te quiero cubrir, se te clavan sus puntas de hielo desdentado, aúllas de dolor y yo te amo, te quiero cubrir, ponerte a salvo de los colmillos negros de la vida. *Tomado también, de Canción de Moisés.

Elegía / Enriqueta Ochoa

I S upe que me esperaban las cadenas para encarcelarme en la estancia del silencio, la honda huella del frío que tiene la soledad, los túneles y túneles del miedo, el empuñar mi nombre sin bandera, la espera, el trabajo, la paciencia, el tálamo vacío, el costado herido de nostalgia. Porque el amor es duro, es tierno y duro. Sin embargo, hombre de todos mis días desde siempre, te amé, te he amado sin tenerte jamás, siempre en silencio. II Yo fui, quizá, la espuma de mirada limpia que nunca abandonó tu costa. Tenía la distancia un color de tristeza. Fui la ternura joven para quien nunca envejeció tu imagen; de ti me hablaban el sol, la lluvia, las praderas corriendo en el camino en dirección contraria al ómnibus que me volvía a casa. Siempre esperaba verte al dar vuelta a una esquina, en un café, al azar, y estabas tan cerca de mi mano, acá, en el yo más íntimo del ser. III Te están llorando los tuyos, los de tu sangre; te llora el entrañable amigo y este dolor en mí que no descansa. Ac

REPROCHE */ Enriqueta Ochoa

Desarráigame ahora que un viento de sepulcros me golpea en las arterias. Desarráigame ahora. Yo luche a tempestad de gritos en el vientre, y te dije que no, que no, que no; que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo, que no abrieras conmigo más rutas a la sangre, mas mi voz fue enterrada por campanas de duelo y espigada mi forma entre la piel y el suelo. Tempestades de fuego conformaron mis venas, leches trémulas de luna nutrieron mi epidermis y un volante de furias fue timón de mi pecho. Y yo siempre te dije que no, que no, que no; que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo, y no hincaras más soles en el río de mis venas. *Poema seleccionado en 1959, por Simón Latino en la Antología de la poesía sexual, de Rubén Darío a hoy, célebre colección bonaerence de poesía universal “Cuadernillos de Poesía”

Carta a Jesús Arellano / Enriqueta Ochoa

Desde hace años, Jesús, el corazón me rebota loco entre las sienes y ando por los rincones escondiendo al sollozo. Estreno una sonrisa cada mañana y pido limosna en todas las esquinas, porque ¿quién va a prestarme su vida, su amor, o su Dios? Tengo que comprármelos yo misma, y no me alcanza. Y todo esto que escondo y espero y que no llega, es la razón que me desangra dentro. A veces ocurre que de tan hambrientos inventamos el sueño, la esperanza... y mortalmente heridos, agonizamos por todos los hijos que se nos quedaron dentro, y por las palabras desquebrajadas, presas entre los molares apretados del miedo; las que luchan por sobrevivir y a veces se nos caen de la boca como un aborto ciego y doloroso. Algo se rompe acá dentro y pienso, me estoy vaciando viva. Todos los adioses se agolpan y me miran a mitad de la noche. Tomo mi cobija de silencio, entonces, y camino arrastrándola por los pasillos de la locura y no me muero, Jesús, y me siento a la orilla, pidiendo se me ayude a balance

Bajo el oro pequeño de los trigos / Enriqueta Ochoa (1928-2008) *

Si me voy este otoño entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos, en el campo, para seguir cantando a la interperie. No amortajes mi cuerpo. No me escondas en tumbas de granito. Mi alma ha sido un golpe de tempestad, un grito abierto en canal, un magnífico semental que embarazó a la palabra con los ecos de dios, y no quiero rondar, tiritando, mi futuro hogar, mientras la nieve acumula con ademán piadoso sus copos a mis pies. Yo quiero que la boca del agua me exorcise el espíritu, que me bautice el viento, que me envuelva en su sábana cálida la tierra si me voy este otoño. *Enriqueta Ochoa Nació en Torreón, Coahuila, el 2 de mayo de 1928. Profesora normalista. Desde muy joven se dedicó a la poesía y su primer libro, Las urgencias de un Dios (1950) la convirtió, desde entonces, en una poeta con estilo definido y firme. Ha ejercido el periodismo y la docencia en diversas universidades nacionales e internacionales. Ha formado a gran cantidad de escritores y poetas. Entre sus obras destaca