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Mostrando entradas de 2018

Razones del samurai / Vicente Quirarte

Para mi madre y mis hermanos Nada que no tuviera el antiguo sabor de la derrota: el inútil trabajo del incendio o la mitad del bosque; la cólera tejida de la espuma —corona, un solo instante, del encaje del mar sobre la roca—, espejo aliado fue de sus acciones. Por eso sus victorias tuvieron el estrépito de lo que nace próximo al desastre: el idiota que atreve un 'yo deseo ', la lluvia que se viene en el verano para encender la sed con más violencia, de la niñez el vuelo interrumpido cuando la fiesta apenas comenzaba. I A las tres de la tarde de aquel trece de marzo, la voz de mi hermano Ignacio en el teléfono: '¿Puedes regresar?' Y yo que quería contarle del alba en California; del cartel de la ballena jorobada —cuarenta toneladas de energía saltando en algún lugar de Alaska—; del libro sobre la ballena spermacetti, la Moby Dick que acometió al Pequod y echó a pique los sueños de su capitán alucinad

Apuntes para una declaración de fe / Rosario Castellanos

El mundo gime estéril como un hongo. Es la hoja caduca y sin viento en otoño, La uva pisoteada en el lagar del tiempo pródiga en zumos agrios y letales. Es esta rueda isócrona fija entre cuatro cirios, esta nube exprimida y paralítica y esta sangre blancuzca en un tubo de ensayo. La soledad trazó su paisaje de escombros. La desnudez hostil es su cifra ante el hombre. Sin embargo, recuerdo... En un día de amor yo bajé hasta la tierra: vibraba como un pájaro crucificado en vuelo y olía a hierba húmeda, a cabellera suelta, a cuerpo traspasado de sol al mediodía. Era como un durazno o como una mejilla y encerraba la dicha como los labios encierran un beso. Ese día de amor yo fui como la tierra: sus jugos me sitiaban tumultuosos y dulces y la raíz bebía con mis poros el aire y un rumor galopaba desde siempre para encontrar los cauces de mi oreja. Al través de mi piel corrían las edades: se hacía la luz, se desgarraba el cielo y se extasiaba -eterno- frente al mar

La cartomancia / Olga Orozco

Oye ladrar los perros que indagan el linaje de las sombras, óyelos desgarrar la tela del presagio. Escucha. Alguien avanza y las maderas crujen debajo de tus pies como si            huyeras sin cesar y sin cesar llegaras. Tú sellaste las puertas con tu nombre inscripto en           las cenizas de ayer y de mañana. Pero alguien ha llegado. Y otros rostros te soplan el rostro en los espejos donde ya no eres más que una bujía desgarrada, una luna invadida debajo de las aguas por triunfos y           combates, por helechos. Aquí está lo que es,lo que fue, lo que vendrá, lo que           puede venir. Siete respuestas tienes para siete preguntas. Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo: a tu derecha el Ángel, a tu izquierda el Demonio. ¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu           nacimiento hasta tu muerte con una llave rota, con un anillo que hace años fue            enterrado? ¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como           una bandada de a

Declaración de odio / Efraín Huerta

Estar simplemente como delgada carne ya sin piel, como huesos y aire cabalgando en el alba, como un pequeño y mustio tiempo duradero entre penas y esperanzas perfectas. Estar vilmente atado por absurdas cadenas y escuchar con el viento los penetrantes gritos que brotan del océano: agonizantes pájaros cayendo en la cubierta de los barcos oscuros y eternamente bellos, o sobre largas playas ensordecidas, ciegas de tanta fina espuma como miles de orquídeas. Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso! Hay olas como árboles difuntos, hay una rara calma y una fresca dulzura, hay horas grises, blancas y amarillas. Y es el cielo del mar, alto cielo con vida que nos entra en la sangre, dando luz y sustento a lo que hubiera muerto en las traidoras calles, en las habitaciones turbias de esta negra ciudad. Esta ciudad de ceniza y tezontle cada día menos puro, ciudad de acero, sangre y apagado sudor. Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros, la miseria y los homosexua

IV Ragtime / José Carlos Becerra

A Héctor Raúl Valero Hablar, tal vez hablar en los devoramientos del alba, en las cenizas frías, en las constancias que no habrá de leer nadie;   hablar en el mismo espacio de una voz que no llegó hasta estas palabras, que se perdió en el ruido de una frase como ésta;   hablar donde respira aquello que ocultamos,   crímenes que cometieron por nosotros los hombres de otra historia, la otra de nosotros mismos.   No usurpa la madrugada aquel que roe su amor,   aquel que conoce de cercas la risa de la hiena, la cama sin orillas del moribundo,   la ratonera donde los aspirantes a reyes colocan su angustia como un pedazo de queso.   He aquí mi parte en este festín de polvo,   en esta llamarada donde me quemo los dedos al escribir dudando de lo que digo, temblando por no hundirme en el sopor de ciertas palabras que me llegan al cuello.   He aquí mi parte, he aquí mi parte en este es

Agua sucia / Gloria Gómez Guzmán

Cuando uno tiene un pasado insoportable uno no tiene poder alguno sobre él esta ahí como bulto de ropa sucia que ningún detergentes conseguirá limpiar uno se equivoca si cree que pude esconderlo huirle quemarlo olvidarlo escupirlo al rostro de otros uno sólo puede intentar frenarlo sabiendo que será muy duro que habrá momentos en que uno se sentirá como el boxeador que ha gastado sus mejores golpes y ya no puede otra cosa que abrazarse a su contrincante mientras éste lo golpea

Cuaderno de Borneo / Francisco Hernández (fragmento)

No creo que aquí pueda encontrar a alguien que me agrade, y la ciudad y sus entornos, de eso estoy seguro, me repugnarán siempre. Por lo demás, creo que pronto me verán en Viena, aunque no lo quiera. Tal vez vaya también a Borneo. De algún modo se descargará la tormenta que en mí se acumula. Georg Trakl Carta a Erhard Bushbeck, fechada en Innsbruck, el 24 de abril de 1912. (Traducción de Marco Antonio Campos) Diciembre (...) 8 No podría ser vampiro, soy fóbico a la sangre. Pero si estuvieras aquí, hermana, expondría mi rostro a la tibieza de tu llovizna roja. Soñé que hacía mi equipaje, preparándome para una larga exploración. Al despertar lo supe: había soñado con el olvido. El malayo no ha venido en diez días. Sin embargo, su gato ha estado arañando la puerta, insistiendo en entrar. Lo vi por una rendija. Se le ha caído el pelo de las patas y de la cabeza. Además de apremiante, su aspecto es irreal. Hoy me he bañado dos veces en el mismo río. B