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Mostrando entradas de enero, 2009

Para la ausencia/ José Carlos Becerra

Hemos abierto los ojos. La palabra le da de comer al enigma. El enigma le da de comer a nuestros ojos. Nos hemos incorporado. La frente ha perdido su temblor nocturno, su palidez suscita sombras. La frente, allí donde hubo ondas como en el agua cuando cae un guijarro. (Pero no hay arrugas ahora que indiquen la caída de un cuerpo.) Estamos despiertos. Pertenecemos a la voz que no volverá a nombrarnos al epitafio que no hicimos, al pecho que la noche de otoño dardeó con su brillo. Hemos abierto nuestra altura, nuestra altura profunda como la muerte. Y miramos la postergación, la niebla inventada por la respiración frente al espejo el empeñamiento inequívoco que el fondo del mar no necesita. Sí, la seriedad de la luz nos hace sonreír. Miramos la deserción y el periódico obligatorio, las aguas que el abismo lanza en una caída de párpados, la boca que intenta reverdecer en una palabra sagrada. la tristeza donde el olor del infinito arrecia. Lo sabemos de pronto. Olvidamos el nombre del obje

El descenso (fragmento)/ Raúl Zurita

Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos buscan las tuyas porque si yo te amo y tú me amas tal vez no todo esté perdido. Las montañas duermen abajo y quizás las margaritas enciendan el campo de flores blancas. Un campo donde Los Andes y el Pacífico abrazados en el fondo de la tierra muerta despierten y sean como un horizonte de flores nuestros ojos ciegos emergiendo en la nueva primavera. ¿Será? ¿será así? las margaritas continúan doblándose sobre el mar difunto, sobre las grandes cumbres difuntas y en la oscuridad, descendidos, como dos envanecidas pieles que se buscan, mis dedos palpan a tientas los tuyos porque si yo te toco y tú me tocas tal vez no todo esté perdido y, todavía, podamos adivinar algo del amor. De todos los amores muertos que fuimos y de un campo de flores que crecerá cuando nuestras mortajas blancas, cuando nuestras mortajas de nieve de todas las montañas hundidas nos besen la boca abajo y nos vuelvan para arriba las erizadas pestañas. Fragmento tomado de la secc

20 (hossana en la criatura)/ Enrique de Jseús Pimentel

La criatura duerme, pero las figuras agazapadas se transmutan como en un caleidoscopio esperando la voz del que la ama para beber su fuerza de rocío sobre el abismo anhelante. El que la ama viene con la flor de sus caídas y los cabellos mojados de la noche, el oro de los perfumes y una delgada pregunta que entra a través de la ventana. La esbelta cintura que acude a sus cerrojos y recrea el almíbar de la piel desnuda, el gusto a magma del labio adelantado ¿Cómo es la voz de ese que la ama? ¿Cómo es la mano que suda en agua de jazmines cuando abre la puerta y sólo la ciudad irrumpe? Él ya no está. Y aunque lo busque, no es esta noche de conjurados y guardias susurrantes la más propicia para curar nuestras heridas y combatir el virus del amor. Tomado de la sección La raíz de los sueños , del libro Criatura tú , de Enrique de Jesús Pimentel, de la colección Asteriscos, editado por la BUAP

A un lector / Enrique González Rojo

No sé si sabes que la belleza de un poema -la invisible humareda que atrae suspiros, nudos en la garganta, alaridos en sordina- no existe fuera e independientemente de él. No hay un "cierto lugar del cielo" donde la belleza se halle en los andenes de la encarnación, en que las flores tengan prohibido marchitarse y aspirar el oxígeno negro de la muerte, en que Heráclito opte por el silencio o en que las palabras nunca y siempre estén como pez en el agua. Escucha. La belleza es el producto de un poema altamente organizado, con vocablos que hincan sus raíces en la página sin roturar y arrojan sys flores y sus frutos en tu mente. Si te fijas bien, entre la cabeza y los pies del poema, entre la estratégica bienvenida del principio y el final sorprendente que rubrican tus lágrimas lectoras, se halla, parpitando, el corazón del texto en algún escondrijo del papel. De esta noble y fatigada víscera borbota la sangre que corre por las letras, las imágenes, los versos y los escondrijos