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Mostrando entradas de agosto, 2007

Re-conquista, Anel Nochebuena

I El tren sigue su marcha y me aleja de otro lugar, para llevarme a otro casi igual. Pienso que mientras el subcomandante Marcos pronuncia palabras seguramente históricas y la lucha se desata, los indios mueren uno a uno, con sus casas de palo y en sus vientres de polvo. Mientras, Europa es la tierra donde habitan los sueños que ya nadie sueña. II El tren sigue marchando, y huele a muerte de Dios. Te veo dormir. Blanco, todo blanco, pálido, casi de papel, barbado, hermoso y harto de serlo . Con piel de conquistador como si fueses hijo de Hernán o de cualquier otro. Y me miro, morena, oliendo a tierra, a muerte, igual de india que los míos. Y sé que lo sabes, porque tú, el hombre de al lado aún sueñas.

SI HUBIERA DE MORIR / JAIME SABINES

Si hubiera de morir dentro de unos instantes, escribiría estas sabias palabras: árbol del pan y de la miel, ruibarbo, cocacola, zonite, cruz gamada. Y me echaría a llorar. Uno puede llorar hasta con la palabra «excusado» si tiene ganas de llorar. Y esto es lo que hoy me pasa. Estoy dispuesto a perder hasta las uñas, a sacarme los ojos y exprimirlos como limones sobre la taza de café. («Te convido a una taza de café con cascaritas de ojo, corazón mío»). Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de que se raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de cuero, quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy, por este hígado estupendo que me dejó comer todas tus rosas, el día que entré a tu jardín oculto sin que nadie me viera. Lo recuerdo. Me llené el corazón de diamantes —que son estrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra— y lo anduve sonando como una sonaja mientras reía. No tengo otro rencor que el que tengo, y eso porque pude nacer ante

ALTAZOR - PREFACIO/ VICENTE HUIDOBRO

PREFACIO Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor. Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata. Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche. Amo la noche, sombrero de todos los días. La noche, la noche del día, del día al día siguiente. Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos. Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae. Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris. Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte. El primer día encontré un pájaro desconocido

Albur del Amor

3 Aunque bien sé que no me extrañas, aunque tengo la razón, me acuerdo: el cáncer terminó; te ausentas por todo lo mal que supe amarte. Ya fui desventurado cuando estuviste aquí, y en el momento donde te vas, me desventuro. La sola ventaja de estar ciego es acaso no poder mirarte. Ya morir sin arrepentimiento es mi esperanza, y te lo digo porque al fin te conozco; que si he pedido muchas cosas, pude pagar con sobreprecio las pocas que me fueron dadas. Mientras más mal te portas, mucho más te voy queriendo, y porque espero menos, me injurio y te acrecientas. Así tuvo que ser: de tanto que te procuré, me aborreciste; tan sólo pesares te he dejado. Raspaduras de celos, dudas que no opacaron la certeza de cuanto en ti me desolaba. Tú, como si nada, te diviertes; pero entristécete: si todos sabrán que estoy quemado, ninguno sabrá que por tus llamas. Vete

Albur del Amor

1 Que el amor sea con nosotros, errantes en círculos perpetuos donde todo empieza en cada punto. Todo trabajo es nuevo ahora; es nueva ahora tu palabra en cada ocasión que me designa. Vértigo inmóvil de la rueda, estable torre de la flama, quietud paciente de la lluvia. De tan rojas, brillan y azulean las viejas lumbres de mis huesos. Y todo transcurre hacia sus causas . 2 Bueyes, puercos años han pisado sobre mí. Surcándome, pudriéndome. Qué pesadumbre encolmillada, qué patas, qué escamas, qué desastre. Hoy muchos muertos me acompañan y muchas pobrezas, y sepulcros abiertos, sin causa recordados, brotan, vomitan, me apedrean: con barras de nuesos me encarcelan. Y la memoria me devuelve míseros, amargos niños; rabias envejecidas como calles anónimas, como estar enfermo. Igual que en otro mundo, en ese mundo me encuentro; como en otro t

Yo también esperé / Silvia Tomasa Rivera

Yo también esperé antes de descender las rampas de la noche Desde el insomnio, ese oscuro y húmedo pasillo donde uno solo detiene las paredes, imaginé provincias empolvadas con niños gritando a media calle y muchachas oliendo a popelina. Yo también esperé largas noches con el sol en la entraña, hasta que cayeron las palabras como gotas de limón sobre la herida Más ahora nada es olvido. Un hombre sin mujer es lo mismo que una mujer sin hombre, el desperdicio de los sentidos una tristeza larga y la embestida de un tiempo que no descansa hasta dejarnos como un girasol a las 6 de la tarde. No hay que resignarse, digo que no hay que resignarse, es una broma de Dios este maltiempo. ¿Dónde están los hombres que he amado? ¿En qué caminos buscan lo que he perdido? A esta hora la fiebre me trae noticias vagas alguien descansa en una isla y no hay lugar en su costa para arrastrar mi sombra. En esta cama, enferma, irracional, llena de saliva de madrugada amarga, deliro, prendo fuego a su nombre y