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Mostrando entradas de junio, 2007

Nostalgia de mujer/ Carmen Conde

Mil años ante Ti son como sueño. Como de aguas el grosor de una avenida. Hierba que en la mañana crece, florece y crece en la mañana aunque a la tarde es cortada y se seca. ¿Qué es el tiempo ante Ti, qué son los truenos que blandes contra mí cuando me nombras? Pavor siento a tu idea, te veo hosco mirándome en la lumbre de tu Arcángel. La espada Tú también, eres el filo y el pomo que se aprieta con el puño. Para verte a Ti mismo me has nacido. Por no estar solo con tu omnipotencia. Soy la nada, soy de tiempo, soy un sueño... Agua que te fluye, hierba ácida que cortas sin amor... Tú no me quieres.

El juego inventa el juego

¿No será mal negocio este que somos de besos y piernas y de pieles? A diario hacemos cuentas y balances, a diario negociamos con nuestros cuerpos y con nuestras almas. Inútilmente a ciegas, sordos. Inútilmente. Inútil. Los dos robamos. Ambos somos venales. Nos vigilamos, nos enternecemos. Yo acaricio el talón de esta mujer, muy suavemente -con la yema de la yema de los dedos- buscando el punto débil, el talón del talón el atajo más corto el inhollado centro de su vida. Inútilmente . Inútil. Y ella me toca a mí y me mira completo, con sus manos omnimodas . Busca un hueco en el torso, una fisura para hundir el brazo tras tesoros supuestos. Inútilmente. Inútil. Tal vez, acaso, a lo mejor, quizá, en el fondo, dicho de algún modo, en cierta forma entonces, no lo sé, es posible; no nos hemos tocado, ni nos conocemos ni hemos estado aquí, ni importa a nadie lo que nos suceda; y no somos humanos ni hemos sentido dentro cos

Losa del desconocido / Alí Chimacero

CUANDO hayas terminado, mira este muro ardiente donde la bestia cumple su reposo. Nada el azar evoca. Lejanías de olas invisibles, lenta serpiente antes del pecado o hermosas ruinas en fábulas al verde despeñadas semejan ecos de mujer que confundía el gozo con la reproducción. Pasa el desconocido. Como viento de infamia los recuerdos sitian su ávido esperar la aparición: relámpago en la arena al naufragio parecido, espuma a término llegada bajo ira, rumor, bostezo, ociosidad. Otros han de morir. Desde la puerta, quieto en el sitio del pasado, contemplo los placeres en patria sin espigas: vacío luego que se dice adiós, urna de oscuridad adonde amores no recurren ni odios se proclaman. El huracán cesó y en torno de la estrella recuerda en mí la soledad su nombre.

El tigre en la casa (fragmento) /Eduardo Lizalde

4 Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses: que se pierda tanto increíble amor. Que nada quede, amigos, de esos mares de amor, de estas verduras pobres de las eras que las vacas devoran lamiendo el otro lado del césped, lanzando a nuestros pastos las manadas de hidras y langostas de sus lenguas calientes. Como si el verde pasto celestial, el mismo océano, salado como arenque, hirvieran. Que tanto y tanto amor y tanto vuelo entre unos cuerpos al abordaje apenas de su lecho, se desplome. Que una sola munición de estaño luminoso, una bala pequeña, un perdigón inocuo para un pato, derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas y desgarre al cielo con sus plumas. Que el oro mismo estalle sin motivo. Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa se destroce. Que tanto y tanto, una vez más, y tanto, tanto imposible amor inexpresable nos vuelva tontos, monos sin sentido. Que tanto amor queme sus naves antes de llegar a tierra. Es esto, dioses, poderosos amigos, perros, niños, animales domé

Poemas 5 y 15

5. Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas. Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú las oigas como quiero que me oigas. El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocu

Somos la contradicción amurallada

Somos la contradicción amurallada en el fin del amor. ¿No dije que el amor no tenía fin? Entonces porque mis sentidos ya no están alterados, y mi casa se ha convertido en el único sitio donde no quiero estas. ¿Por qué esquivo tu nombre de las conversasiones y luego hablo de ti como de un mundo ajeno de un planeta sin luz del que hubiera leído las cosas más extrañas? Cuál precio duele más en la alta jerarquía del sentimiento, ¿El amor o el olvido? ¿Y si aún hay amor, y si el olvido no bloquea la memoria hasta el punto que arde? ¿Y si volvemos a intentarlo juntos, qué sería de nosotros? Silvia Tomasa Rivera, " Somos la contradicción amurallada " en Como las uvas, p.93.

AL SILENCIO

Oh voz, única voz: todo el hueco del mar, todo el hueco del mar no bastaría, todo el hueco del cielo, toda la cavidad de la hermosura no bastaría para contenerte, y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera oh majestad, tú nunca, tú nunca cesarías de estar en todas partes, porque te sobra el tiempo y el ser, única voz, porque estás y no estás, y casi eres mi Dios, y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro. Gonzálo Rojas

NOSTALGIA DEL NUEVO AMOR

Qué más quisiera yo que amarte igual que se pronuncia qué horas son y se responde son las ocho. Amarte con la naturalidad del que se arroja de un sexto piso y del que pide el periódico en la esquina. Decirte - qué más quisiera - tengo mis labios vacantes de tus labios y mis manos huérfanas de tus senos. No quepo en mis zapatos de tan solo ni me peinan veinte peines de tan triste. Los discos viejos me socorren, de tan menesteroso que parezco, y lanzo mis tristes redes a mis pensamientos oceánicos. Qué más quisiera yo que tú estuvieras para no ponerme siniestro. Pero alguien se bebió mi corazón a cubetadas. Alguien que se debe estar muriendo de la risa todas las tardes a las cuatro, se llevó mis caricias por costales, me quitó hueso por hueso, ronda la almohada y la moja. Todo se lo llevó: calzones, calcetines, sueños y fantasmas, la basura del alma y hasta el palo de la escoba. No me dejó ni cambio para el metro.

Bahía

¿Cómo comer sin ti, sin la piadosa costumbre de tus alas que refrescan el aire y renuevan la luz? Sin ti, ni el pan ni el vino, ni la vida, ni el hambre, ni el jugoso color de la mañana tienen ningún sentido ni para nada sirven. Allá fuera está el mar, allá fuera, en el mundo, estás tú. Comiendo tú sin mí: tu hambre, tu pan, tu vino y tu mañana. Yo aquí, ante los manteles opacos y la bebida amarga, ante platos sin sabor ni colores. Lo intento, sí, lo intento, pero cómo comer sin ti, ni para qué... Tú te has llevado tu olor a bosque y el gusto de la vida. Fuera están mar y aire. Dentro, yo solo frente a la mesa puesta que ha perdido su voz y su alegría. Antonio Gala

MONUMENTO AL MAR

Paz sobre la constelación cantante de las aguas Entrechocadas como los hombros de la multitud Paz en el mar a las olas de buena voluntad Paz sobre la lápida de los naufragios Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas Y si yo soy el traductor de las olas Paz también sobre mí. He aquí el molde lleno de trizaduras del destino El molde de la venganza Con sus frases iracundas despegándose de los labios He aquí el molde lleno de gracia Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las estrellas He aquí la muerte inagotable desde el principio del mundo Porque un día nadie se paseará por el tiempo Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas difuntos Este es el mar El mar con sus olas propias Con sus propios sentidos El mar tratando de romper sus cadenas Queriendo imitar la eternidad

Tiempo Caducado

Qué horrible es llegar tarde. A todo sitio, tarde. No sé si estoy despierta o si he perdido el alma entre el granizo mudo bajo el que duermen, apretados, mis muertos. No sé. Pero tal vez estoy aquí, abocada, mirando cómo el dolor se tuerce en el fondo del pozo que es este cuerpo roto, mío, del que vengo tirando. El toro de mi sangre muge y un golpe de martillo me salta la cabeza. Estoy ciega, ciega, ciega. Sí: ya sé que hay una calle para el amor, un rincón para la ternura en donde está la luz creciendo. Desde niña he oído este pregón y he ido tacteando, husmeando, lamiendo cada loza hasta sangrar la lengua, hiriéndome en los muros. Pero, ¡mentira! No hay calle. No hay rincón. No hay salida. Desde el pretil del pecho, desde la punta de la palabra que persiste en salir o estallarme dentro, agito los brazos encrespados. Mi boca es un amargo bramido, y aquí estoy. No sé si estoy despierta. Pero me duelen estos dos ojos de cristal vacío, estos dos ojos de luna fría que nunca encontraron el

Bartolomé, Efraín: poema 12 en Cuadernos contra el Ángel

Uno ama Es amado Saca rosas rojísimas de la piedra más negra Vive en resumen Ríe Cultiva su jardín en las tinieblas Uno no necesita más tiempo quemándose a su paso como una hoguera suave marchando pues al ritmo de la sangre sobre las tarde tibias y empedradas Pero un día conoce la temperatura del deseo Uno la ama toda la tarde bajo la tempestad Un día sus labios quema con dulcísimo sol el hombro de uno Una noche la sueña: cruza con ella ríos inesperados Uno ya no es el mismo Mira su rostro en el espejo redondo de su vino: en el espejo donde uno se disuelve Se hace pequeño el mundo Ya no le alcanza el aire el día la luna de antes Uno despierta un día sobre el lecho de siempre y se encuentra más solo Uno se pone triste de repente Uno se ve las manos en la luz: algo les falta Uno siente sus bra