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Mostrando entradas de 2009
El Más Hermoso Territorio de Francisco Brines El ciego deseoso recorre con los dedos las líneas venturosas que hacen feliz su tacto, y nada le apresura. El roce se hace lento en el vigor curvado de unos muslos que encuentran su unidad en un breve sotillo perfumado. Allí en la luz oscura de los mirtos se enreda, palpitante, el ala de un gorrión, el feliz cuerpo vivo. O intimidad de un tallo, y una rosa, en el seto, en el posar cansado de un ocaso apagado. Del estrecho lugar de la cintura, reino de siesta y sueño, o reducido prado de labios delicados y de dedos ardientes, por igual, separadas, se desperezan líneas que ahondan. muy gentiles, el vigor mas dichoso de la edad, y un pecho dejan alto, simétrico y oscuro. Son dos sombras rosadas esas tetillas breves en vasto campo liso, aguas para beber, o estremecerlas. y un canalillo cruza, para la sed amiga de la lengua, este dormido campo, y llega a un breve pozo, que es infantil sonrisa, breve dedal del aire. En esa rectitud de unos hombro
Definición* / Enrique González Rojo Poeta es para mí no el que, por una vez solo, escribe un poema y se sube a cualquier peñasco para aullarlo a la luna, o el que hace un tatuaje de jeroglíficos en la espalda de su amante, o el que pergeña el material necesario en el pergamino de la inspiración para ofrecer un recital de intimidades en cualquier micrófono circundado de sillas y de aplausos. No. Poeta es el que no puede dejar de escribir, de decirse, de cantarse, de deshacerse en canto apalabrado, el que, en su fiebre de fantasías, no da tregua a su lápiz, el que siente uncida, por no sé qué extraños vínculos, la lengua y sus objetos portentosos con el afán redundante de su respiración, y el que un día sí y otro también, convierte en voz en cuello el nudo en la garganta. *Tomado de Casa adentro, 2008

Los muertos / Jorge Fernández Granados

será que guardan la medida de otro mundo suspendido entre dos instantes de esto que aquí llamamos tiempo o lo vivido un súbito recuerdo esta certeza de que nunca estamos solos yo no soy un hombre soy una legión de muertos y algo cae y pertenece a su reino al evocarlos será que guardan otra acumulada edad de la tierra que descansa en lo que estuvo en la tierra si es que fuera tierra todo lo visible y lo que no será que habitan lo invisible pero pesan desde ahí y nos inventan yo no sé sólo digo que están muertos sólo digo que los pienso en este aquí provisional presente como decir aparición de lo que fueron o somos o seremos digo fe en lo aparecido y lo desaparecido y lo inaparecido (aún) digo visitantes ausencias en las ruinas del amor y el espanto que nos falta (todavía) para deletrear la tierra será que no sospechan que su mundo es este mismo el único y que (aún) discutimos su existencia porque piensan despacio muy despacio como muertos tanto que uno solo de sus pensamientos

Cajita de música / Gema Santamaría

te voy a pedir que te vayas de mí. que me dejes empezar a llorarte desde otras esquinas. ya no desde la casa que tiembla, se deshace y se derrama. sino desde la calle, desde un poder ver mi dolor en otras puertas; necesito sentir cómo chillan también las marionetas, lo mismo que los perros y los niños. necesito ver, al fin, que mi tristeza no es tan grande ni tan digna que no quiebra otros párpados al ser relatada que no da tanto frío el sentirla desplomarse que es engañosa como una cebolla dulce y agujerada que si se corta, llora y si no, nunca se desangra. déjame partir y llevarme lo que es mío de esa casa: no los libros ni los cafés quemándose en las tardes. sí mi risa (la nuestra) sí nuestro deseo abriendo nuevas piernas, nuevos glúteos entre las sábanas, sí la intuición de que me besas de que presientes mi olor acurrucándote en tu vientre. pero sobre todo, déjame llevarme a la que fui, ahí, habitando en el refugio matinal de nuestro cuarto, la que soñaba con sólo cerrar la severa

Exilio/ Alejandra Pizarnik

Exilio A Raúl Gustavo Aguirre Esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre ni por mis huesos que lloran vagando. ¿Y quién no tiene un amor? ¿Y quién no goza entre amapolas? ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas? Siniestro delirio amar a una sombra. La sombra no muere. Y mi amor sólo abraza a lo que fluye como lava del infierno: una logia callada, fantasmas en dulce erección, sacerdotes de espuma, y sobre todo ángeles, ángeles bellos como cuchillos que se elevan en la noche y devastan la esperanza.

Épica de José Carlos Becerra

Me duele esta ciudad, me duele esta ciudad cuyo progreso se me viene encima como un muerto invencible, como las espaldas de la eternidad dormida sobre cada una de mis preguntas. Me duelen todos ustedes que tienen por hombro izquierdo una lágrima, ese llanto es una aventura fatigada, una mala razón para exhibir las mejillas. En estas palabras hay un poco de polvo egipcio, hay unas cuantas vendas, hay un olor de pirámides adormecidas en el algodón del pasado, y hay también esa nostalgia que nos invade en ciertas tardes, cuando la lluvia se enreda en nuestro corazón como los cabellos húmedos y largos de una mujer desconocida. Estuve atento a la edificación de los templos, al trazo de las grandes avenidas, a la proclamación de los hospitales, a la frase secreta de los enfermos, vi morir los antiguos guerreros, sentí cómo ardían los ángeles por el olor a vuelo quemado. Me duele, pues, esta convocatoria inofensiva, esta novia de blanco, esta mirada que cruzo con mi madre muerta, esta espina

Me dueles /Jaime Sabines

Me dueles. Mansamente, insoportablemente, me dueles. Toma mi cabeza, córtame el cuello. Nada queda de mí después de este amor. Entre los escombros de mi alma búscame, escúchame. En algún sitio mi voz, sobreviviente, llama, pide tu asombro, tu iluminado silencio. Atravesando muros, atmósferas, edades, tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto) viene desde la muerte, desde antes del primer día que despertara al mundo. ¡Qué claridad tu rostro, qué ternura de luz ensimismada, qué dibujo de miel sobre hojas de agua! Amo tus ojos, amo, amo tus ojos. Soy como el hijo de tus ojos, como una gota de tus ojos soy. Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme, del suelo, de la sombra que pisas, del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños. Levántame. Porque he caído de tus manos y quiero vivir, vivir, vivir.

Alguien viene de lejos/ Silvia Tomasa

Alguien viene de lejos a esta tierra dura y se tiende como un manojo de yerbas fluorescentes. Yo no sé lo que espera, trae un brillo en los ojos desde siempre. Es el reflejo vivo de la luna que se mete en la noche. Ahora tiene nombre. ¿Qué se traerá entre manos? Porque no es la antítesis del niño que se entretiene jugando a las canicas, más bien se le parece. No hay sombra que lo alcance. No hay golondrina alguna que lo olvide después de haberle visto tocar el infinito. Se fue con el momento más alto, en el sinfín del trago, a la hora precisa, cuando el toque de queda anochece las calles. ¿Qué buscaba, qué hacía aquí, caminando como una estrella desprendida que azota el pavimento? De este lado no hay playa donde mezca su sueño, queda lejos del mar. Cayó en la densidad profunda del camino. Es un niño con alas, no se rinde con él los máuseres pierden el sentido. Ojalá regresara alguna tarde a pastorear el tiempo, bajo este cielo de palomas grises. Ojalá pudiera darle a su regreso uva par

Círculo de calma/ Efraín Bartolomé

Con un callado golpe de alas negras se mete al pensamiento Después arropa con su aliento tibio Nos rasca la cabeza con amorosas manos Nos tiende brazos cálidos sobre la cama dura Es cuestión de dormir Entrar al sueño con el pie derecho Palpar los muslos de agua o de ceniza de esta amiga reciente sin rencor y sin miedo Y sin ninguna prisa. * Es cosa de comer amar dormir Es el diario latir de lo imprevisto La ciega interrupción La faz de piedra de la vida monótona vacía Es la mujer que amamos tan odiada Tan paloma tan vista tan sentida Tan tigre tan serpiente tan sin vida Tan perra tan maldita tan deseada. * Es la mujer pasándonos encima como nos pasa el mar Como pasa ese viento: ese ínfimo huracán por los cabellos Cómo pasa con callado temblor por las tímidas canas de los veinti

Cantando para nadie / Francisco Cervantes

" La cólera, el silencio, Su alta arboladura Te dieron este invierno. Más óyete en tu lengua: Acaso el castellano, No es seguro. Canciones de otros siglos si canciones, Dolores los que tienen todos, aun aquellos -Los más- mejores que tú mismo. Y es bueno todo: el vino, la comida, En la calle los insultos Y en la noche tales sueños. ¿A dónde regresar si solo evocas? ¿Amor? Digamos que entendiste y aun digamos Que tal cariño te fue dado. Pero ni entonces ni aun menos ahora Te importó la comprensión que nos buscaste Y es claro que no tienes, Bien es verdad que no sólo a ti te falta. La ira, el improperio, Los bajos sentimientos Te dieron este canto. "

Para la ausencia/ José Carlos Becerra

Hemos abierto los ojos. La palabra le da de comer al enigma. El enigma le da de comer a nuestros ojos. Nos hemos incorporado. La frente ha perdido su temblor nocturno, su palidez suscita sombras. La frente, allí donde hubo ondas como en el agua cuando cae un guijarro. (Pero no hay arrugas ahora que indiquen la caída de un cuerpo.) Estamos despiertos. Pertenecemos a la voz que no volverá a nombrarnos al epitafio que no hicimos, al pecho que la noche de otoño dardeó con su brillo. Hemos abierto nuestra altura, nuestra altura profunda como la muerte. Y miramos la postergación, la niebla inventada por la respiración frente al espejo el empeñamiento inequívoco que el fondo del mar no necesita. Sí, la seriedad de la luz nos hace sonreír. Miramos la deserción y el periódico obligatorio, las aguas que el abismo lanza en una caída de párpados, la boca que intenta reverdecer en una palabra sagrada. la tristeza donde el olor del infinito arrecia. Lo sabemos de pronto. Olvidamos el nombre del obje

El descenso (fragmento)/ Raúl Zurita

Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos buscan las tuyas porque si yo te amo y tú me amas tal vez no todo esté perdido. Las montañas duermen abajo y quizás las margaritas enciendan el campo de flores blancas. Un campo donde Los Andes y el Pacífico abrazados en el fondo de la tierra muerta despierten y sean como un horizonte de flores nuestros ojos ciegos emergiendo en la nueva primavera. ¿Será? ¿será así? las margaritas continúan doblándose sobre el mar difunto, sobre las grandes cumbres difuntas y en la oscuridad, descendidos, como dos envanecidas pieles que se buscan, mis dedos palpan a tientas los tuyos porque si yo te toco y tú me tocas tal vez no todo esté perdido y, todavía, podamos adivinar algo del amor. De todos los amores muertos que fuimos y de un campo de flores que crecerá cuando nuestras mortajas blancas, cuando nuestras mortajas de nieve de todas las montañas hundidas nos besen la boca abajo y nos vuelvan para arriba las erizadas pestañas. Fragmento tomado de la secc

20 (hossana en la criatura)/ Enrique de Jseús Pimentel

La criatura duerme, pero las figuras agazapadas se transmutan como en un caleidoscopio esperando la voz del que la ama para beber su fuerza de rocío sobre el abismo anhelante. El que la ama viene con la flor de sus caídas y los cabellos mojados de la noche, el oro de los perfumes y una delgada pregunta que entra a través de la ventana. La esbelta cintura que acude a sus cerrojos y recrea el almíbar de la piel desnuda, el gusto a magma del labio adelantado ¿Cómo es la voz de ese que la ama? ¿Cómo es la mano que suda en agua de jazmines cuando abre la puerta y sólo la ciudad irrumpe? Él ya no está. Y aunque lo busque, no es esta noche de conjurados y guardias susurrantes la más propicia para curar nuestras heridas y combatir el virus del amor. Tomado de la sección La raíz de los sueños , del libro Criatura tú , de Enrique de Jesús Pimentel, de la colección Asteriscos, editado por la BUAP

A un lector / Enrique González Rojo

No sé si sabes que la belleza de un poema -la invisible humareda que atrae suspiros, nudos en la garganta, alaridos en sordina- no existe fuera e independientemente de él. No hay un "cierto lugar del cielo" donde la belleza se halle en los andenes de la encarnación, en que las flores tengan prohibido marchitarse y aspirar el oxígeno negro de la muerte, en que Heráclito opte por el silencio o en que las palabras nunca y siempre estén como pez en el agua. Escucha. La belleza es el producto de un poema altamente organizado, con vocablos que hincan sus raíces en la página sin roturar y arrojan sys flores y sus frutos en tu mente. Si te fijas bien, entre la cabeza y los pies del poema, entre la estratégica bienvenida del principio y el final sorprendente que rubrican tus lágrimas lectoras, se halla, parpitando, el corazón del texto en algún escondrijo del papel. De esta noble y fatigada víscera borbota la sangre que corre por las letras, las imágenes, los versos y los escondrijos