te voy a pedir que te vayas de mí.
que me dejes empezar a llorarte desde otras esquinas.
ya no desde la casa que tiembla, se deshace y se derrama.
sino desde la calle, desde un poder ver mi dolor en otras puertas;
necesito sentir cómo chillan también las marionetas,
lo mismo que los perros y los niños.
necesito ver, al fin, que mi tristeza
no es tan grande ni tan digna
que no quiebra otros párpados al ser relatada
que no da tanto frío el sentirla desplomarse
que es engañosa como una cebolla dulce y agujerada
que si se corta, llora
y si no, nunca se desangra.
déjame partir y llevarme lo que es mío de esa casa:
no los libros ni los cafés quemándose en las tardes.
sí mi risa (la nuestra)
sí nuestro deseo abriendo nuevas piernas,
nuevos glúteos entre las sábanas,
sí la intuición de que me besas
de que presientes mi olor acurrucándote en tu vientre.
pero sobre todo, déjame llevarme a la que fui, ahí,
habitando en el refugio matinal de nuestro cuarto,
la que soñaba con sólo cerrar la severa luz que hay en el ojo,
con la serenidad de quien (sabe) ha visto y probado la belleza.
lo que quede, es tuyo.
yo me llevo eso en una caja,
a la cual le bordaré tu nombre para que nunca salgas,
sobre la cual me pondré a flotar como una vela anaranjada.
le daré cuerda, tanta cuerda,
para que se calle,
para que se muera
tu breve infierno musical.
* Poema tomado del libro Transversa, de Gema Santamaría, editado por limón partido, México 2009
que me dejes empezar a llorarte desde otras esquinas.
ya no desde la casa que tiembla, se deshace y se derrama.
sino desde la calle, desde un poder ver mi dolor en otras puertas;
necesito sentir cómo chillan también las marionetas,
lo mismo que los perros y los niños.
necesito ver, al fin, que mi tristeza
no es tan grande ni tan digna
que no quiebra otros párpados al ser relatada
que no da tanto frío el sentirla desplomarse
que es engañosa como una cebolla dulce y agujerada
que si se corta, llora
y si no, nunca se desangra.
déjame partir y llevarme lo que es mío de esa casa:
no los libros ni los cafés quemándose en las tardes.
sí mi risa (la nuestra)
sí nuestro deseo abriendo nuevas piernas,
nuevos glúteos entre las sábanas,
sí la intuición de que me besas
de que presientes mi olor acurrucándote en tu vientre.
pero sobre todo, déjame llevarme a la que fui, ahí,
habitando en el refugio matinal de nuestro cuarto,
la que soñaba con sólo cerrar la severa luz que hay en el ojo,
con la serenidad de quien (sabe) ha visto y probado la belleza.
lo que quede, es tuyo.
yo me llevo eso en una caja,
a la cual le bordaré tu nombre para que nunca salgas,
sobre la cual me pondré a flotar como una vela anaranjada.
le daré cuerda, tanta cuerda,
para que se calle,
para que se muera
tu breve infierno musical.
* Poema tomado del libro Transversa, de Gema Santamaría, editado por limón partido, México 2009
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