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Mostrando entradas de septiembre, 2008

EL ABRAZO / José Lezama Lima*

Los dos cuerpos avanzan, después de romper el espejo intermedio, cada cuerpo reproduce el que está enfrente, comenzando a sudar como los espejos. Saben que hay un momento en que los pellizcará una sombra algo como el rocío, indetenible como el humo. La respiración desconocida de lo otro, del cielo que se inclina y parpadea, se rompe muy despacio esa cáscara de huevo. La mano puesta en el hombro de la mujer. Nace en ellos otro temblor, el invisible, el intocable, el que está ahí, grande como la casa, que es otro cuerpo que contiene y luego se precipita en un río invisible, intocable. Las piernas tiemblan, afanosas de llegar a la tierra descifrada, están ahora en el cuerpo sellado. Comienza apoyándose enteramente, un cuerpo oscuro que penetra en la otra luz que se va volviendo oscura y que es ella ahora la que comienza a penetrar. Lo oscuro húmedo que desciende en nuestro cuerpo. Tiemblan como la llama rodeada de un oscilante cuerpo oscuro. La penetración en lo oscuro, pero el punto de a

Declaración de amor / Efraín Huerta*

Ciudad que llevas dentro mi corazón, mi pena, la desgracia verdosa de los hombres del alba, mil voces descompuestas por el frío y el hambre. Ciudad que lloras, mía, maternal, dolorosa, bella como camelia y triste como lágrima, mírame con tus ojos de tezontle y granito, caminar por tus calles como sombra o neblina. Soy el llanto invisible de millares de hombres. Soy la ronca miseria, la gris melancolía, el fastidio hecho carne. Yo soy mi corazón desamparado y negro. Ciudad, invernadero, gruta despedazada. Bajo tu sombra, el viento del invierno es una lluvia triste, y los hombres, amor, son cuerpos gemidores, olas quebrándose a los pies de las mujeres en un largo momento de abandono -como nardos pudriéndose. Es la hora del sueño, de los labios resecos, de los cabellos lacios y el vivir sin remedio. Pero si el viento norte una mañana, una mañana larga, una selva, me entregara el corazón desecho del alba verdadera, ¿imaginas, ciudad, el dolor de las manos y el grito brusco, inmenso, de una

A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD / Alejandra Pizarnik *

Ese instante que no se olvida Tan vacío devuelto por las sombras Tan vacío rechazado por los relojes Ese pobre instante adoptado por mi ternura Desnudo desnudo de sangre de alas Sin ojos para recordar angustias de antaño Sin labios para recoger el zumo de las violencias perdidas en el canto de los helados campanarios. Ampáralo niña ciega de alma Ponle tus cabellos escarchados por el fuego Abrázalo pequeña estatua de terror. Señálale el mundo convulsionado a tus pies A tus pies donde mueren las golondrinas Tiritantes de pavor frente al futuro Dile que los suspiros del mar Humedecen las únicas palabras Por las que vale vivir. Pero ese instante sudoroso de nada Acurrucado en la cueva del destino Sin manos para decir nunca Sin manos para regalar mariposas A los niños muertos *Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1936. Obtuvo su título en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires y posteriormente viajó a Paris hasta 1964 donde estudió Literatura Francesa en La Sorbona y tra

Mujer ebria de luz / Daniela Camacho *

Cuando digo «nací herida de muerte y fui obligada a vivir» no hablo de los muros construidos en mi cuerpo ni de las hermosas cicatrices que ornamentan la tristeza. Hablo del silencio, de mi sexo niño violentado por el fuego, del ardor en las cenizas de este vientre desollado. Y si digo que en la boca llevo el resabio de la sangre y la caléndula, que mis huesos tiemblan de dolor y no de frío, que las letras de mi nombre están vacías… Si digo que de noche, enceguecida por la luz del mundo, repto en la viscosa lengua de la soledad más mía, respirando el polvo de unas manos muertas y olvidadas, si lo digo… Si dijera que mis pechos lactan una miel amarga y amarilla, que en los ojos ya no tengo lágrimas ni sueños y que dios se fue quedando sordo… Si mi boca se atreviera a pronunciar estas palabras, si la turba de fantasmas en mi lecho se extinguiera, sólo así, mujer ebria de luz y de saliva, desataría los pájaros noctámbulos que anidan y se anudan en mi cuerpo, para escuchar el dulce sistola

Plegarias para insomnes / Daniela Camacho *

I. La lengua de la insomne se diluye en polvo nubecino, en espumecida grieta de la noche. Su voz atormentada verba cicatrices y sollozos, es violenta podredumbre que desnuda al ciego, al vagabundo, al más triste. Turbias las pupilas de la insomne, dilatadas. No sabe mirar con ojos tumefactos, no sabe llorar ni mudecer, y ha olvidado que está sola, terriblemente sola. Lleva el vientre dolorido y macerado, los pezones ebrios, la cadera enmoheciéndole los pasos y sus huellas: Va la insomne acariciando su locura, va la insomne a relamer sus llagas nochecidas: así arrastra sus visiones y quimeras: migrando hacia su tumba. II. Vamos a migar el pan de la tristumbre. Con ojos desdentados miraremos yertos mares, con pútridas axilas beberemos sangre sin semillas; así vendrá a nosotros aquel pájaro —inhalado semen pubescente— a preñarnos de silencios, a sembrarnos sus gemidos en la boca, a lamernos el muñón oscuro del insomnio. Habrá nada que decir cuando el sexo entumecido se deshoje y humedezc