Qué habrá debajo del cemento
del hierro corrompido
del asfalto.
Tal vez allí se acumulan
las sombras de tristes mujeres
de adolescentes con ojos
febriles en los dedos
de funcionarios recibiendo
en un pergamino su epitafio
de accionistas que depositan
los besos en un banco
de pedazos de papel
clavados en el suelo
por inseguros incontables pasos
de fantoches que llevan la corbata
como un nervio marchito
saliendo de l piel.
Todo lo triste
todo lo enfermo
todo lo que oprime
y limita los sueños.
Hasta la brillante ascensión
de los oscuros
y el martillo incansable
de los solos
y los labios desteñidos
que no fueron más allá de otra boca
y las huellas de animales
que tiende la noche por las calles
y los libros en blanco
y los discursos graves
y las grandes heridas que jamás equivocan
su lugar en el cuerpo.
Y aun las flores de destinos diferentes
y los cielos innumerables
desplomando sus aguas abiertas
y los bancos que asustan
a los peces pequeños
y la actitud displicente
indicando que alguien muere
y los relojes destruyendo
el intante del amor
y las gargantas cegadas
como túneles de sangre:
y todo lo enfermo
toda la tisteza
que un hombre empuja
inútilmente
hacia el mar.
Tomado del libro: El poeta y yo.
del hierro corrompido
del asfalto.
Tal vez allí se acumulan
las sombras de tristes mujeres
de adolescentes con ojos
febriles en los dedos
de funcionarios recibiendo
en un pergamino su epitafio
de accionistas que depositan
los besos en un banco
de pedazos de papel
clavados en el suelo
por inseguros incontables pasos
de fantoches que llevan la corbata
como un nervio marchito
saliendo de l piel.
Todo lo triste
todo lo enfermo
todo lo que oprime
y limita los sueños.
Hasta la brillante ascensión
de los oscuros
y el martillo incansable
de los solos
y los labios desteñidos
que no fueron más allá de otra boca
y las huellas de animales
que tiende la noche por las calles
y los libros en blanco
y los discursos graves
y las grandes heridas que jamás equivocan
su lugar en el cuerpo.
Y aun las flores de destinos diferentes
y los cielos innumerables
desplomando sus aguas abiertas
y los bancos que asustan
a los peces pequeños
y la actitud displicente
indicando que alguien muere
y los relojes destruyendo
el intante del amor
y las gargantas cegadas
como túneles de sangre:
y todo lo enfermo
toda la tisteza
que un hombre empuja
inútilmente
hacia el mar.
Tomado del libro: El poeta y yo.
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