De dónde has llegado,
hombre dormido.
Qué nube te vertió,
qué carabela.
Quién te autoriza a este derrame
de nenúfares,
quién deslizó en tu tez
el pájaro de plata.
Te posas en mi lecho con descuido:
eres un ángel olvidado
dentro de un camarote.
Yo no comprendo este hombre
tan extenso.
No puedo ya dormir: mi sábana
se empeña en ser un viento alisio,
la flor de lavanda.
Mi almohada, que retoma
su viaje de gaviotas.
Mis antiguos zapatos, dos erizos.
Y este hombre puqueñito,
desnudo sin siquiera una gardenia.
Porque mi manos vuela
a su incauta porcelana
a su carne de membrillos.
Qué contratiempo
Qué miraré otra vez ya nunca
si solo puedo mirar mi visitante.
De dónde vino la zarza de tu ceja
los dos puntos de cobre de tu tórax.
Qué pana buscaré
si no tu vello
Qué vaso, qué beso,
qué ribera sin tu boca
hombre dormido
Qué pan de oro
sin tu sueño
hombre dormido.
Qué nube te vertió,
qué carabela.
Quién te autoriza a este derrame
de nenúfares,
quién deslizó en tu tez
el pájaro de plata.
Te posas en mi lecho con descuido:
eres un ángel olvidado
dentro de un camarote.
Yo no comprendo este hombre
tan extenso.
No puedo ya dormir: mi sábana
se empeña en ser un viento alisio,
la flor de lavanda.
Mi almohada, que retoma
su viaje de gaviotas.
Mis antiguos zapatos, dos erizos.
Y este hombre puqueñito,
desnudo sin siquiera una gardenia.
Porque mi manos vuela
a su incauta porcelana
a su carne de membrillos.
Qué contratiempo
Qué miraré otra vez ya nunca
si solo puedo mirar mi visitante.
De dónde vino la zarza de tu ceja
los dos puntos de cobre de tu tórax.
Qué pana buscaré
si no tu vello
Qué vaso, qué beso,
qué ribera sin tu boca
hombre dormido
Qué pan de oro
sin tu sueño
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